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¿Pijamadas o rito de iniciación?

  • candybrainblog
  • 5 jul 2017
  • 4 Min. de lectura

Las pijamadas nos abordan y llegan a nuestro living sin aviso, intempestivamente y bajo toda la presión que los niños pueden trasladarnos. No conozco padres que abierta y plácidamente acepten la idea de niños autoexitados frente a la idea de mantenerse despiertos la noche entera aún sabiendo que les es una tarea imposible. Lo que hacen simplemente es trasladarnos y participarnos de la exigencia a la que están siendo sometidos desde diferentes sitios y bajo variedad de estímulos, algunos de los cuales trataré de desentrañar.

Hay un furor impuesto a los niños desde la propia estructura escolar a partir de los tempranos 4/5 años, momento en el cual los jardines de infantes propician campamentos con pernocte dentro de las instalaciones del colegio o en sitios externos preparados para tal fin. Bajo el supuesto de independencia y autosufiencia, le son impuestas una serie de habilidades y capacidades de desarrollo emocional y social que no todos los niños se encuentran en condiciones de afrontar, pero aún así el colegio cumpliendo a rajatabla con su rol de normalizador, no deja lugar para que quienes no puedan o quieran asistir lo hagan sin que esto sea vivido como una frustración por parte del niño y, en casos más radicalizados, sea el germen de segregación del niño del grupo social. Este tipo de eventos tiene en su origen la demostración ante el grupo de pares y la sociedad que los niños, tal como si fuese un ritual de pasaje o iniciación, ya dejaron de ser infantes para pasar a ser niños preparados para la escolarización primaria. Pero ¿qué pretende esto demostrar? ¿Qué se requiere dejar atrás para ser un ser sociable apto en la escuela primaria? ¿Qué sucede con quienes no se sienten cómodos con la idea de dormir fuera de sus casas?

La suposición que se encuentra detrás de la pijamada o campamento es la idea de independencia y autosuficiencia, un tanto alocado es pensar que la manera de demostrarlo es dormir fuera de su casa cuando hablamos de un niño a las 4/5 años. La independencia que le podemos pedir a un niño de esa edad no es más que la asociada a las acciones cotidianas que realiza dentro de un marco en el que los adultos son siempre los puntos de referencia a partir de los cuales medirse y a quienes recurrir. No podemos exigirles una independencia asociada a la desconexión emocional que conlleva dormir por fuera del ámbito hogareño, no es más que una exageración innecesaria. ¿Es acaso la madurez emocional de un niño de esta edad traducida en la capacidad de desconexión con los lazos hogareños y sus costumbres diarias?, ¿es esto lo que busca este rito de iniciación?, ¿con qué objetivo? Es pavoroso pensar que el fin detrás de esto sea el comienzo de un rompimiento de lazos con la emocionalidad familiar, en la que la escuela cumple su obligación con frialdad absoluta, en pos de propiciar el lugar en el cual comenzará a inculcar lo valores de la lógica del mercado, como formadora de personas normalizadas capaces de encajar en el circuito económico-social. Tal vez comience así el proceso de borramiento de individualidades al que sometemos a nuestros hijos al asistir a la escuela primaria, más que como formador en conocimientos, formador de personas económicamente útiles. Por otro lado, el rol de la escuela en tanto agente de homogeneización social es entendible y sano para cualquier cultura,lo que pongo en tela de juicio aquí es el rol llevado a los extremos en los cuales el objetivo pasa a ser el borramiento de las particularidades de la personalidad y capacidades de los niños. La valoración de determinadas capacidades por sobre otras sin más que por imposición.

El niño que no se sienta en condiciones de afrontar la experiencia propuesta o la familia que decida no estar de acuerdo, en algunos casos, puede comenzar un proceso de estigmatización a partir de la demostración pública de una “debilidad” leída como tal, a partir de las capacidades de independencia y autosuficiencia atribuidas a esta actividad, un subdesarrollo en lo que respecta a madurez emocional como así también una incapacidad de afrontar experiencias sin el tamiz de la contención familiar.

A lo que asistimos entones es a una paradoja, la valoración negativa de la contención familiar al mismo tiempo que se la señala como la estructura básica para el desarrollo de niños felices y psíquicamente fuertes. Debemos estar atentos estos signos contradictorios con los que la sociedad nos interpela como padres para poder tener en claro cuáles son nuestros límites, hasta que puntos comulgamos con ella y en cuales nos diferenciamos para tener nuestra identidad como familia y sostener nuestro rol como formadores de nuestros hijos como sujetos sociales pero también como seres individuales. Porque la formación de la sociedad y sus procesos no está sólo en las instituciones que ejercen su poder estructural, del cual es cierto no es difícil aislarse, sino nosotros podemos contribuir a cambiar aquello que sentimos y vemos equivocado, por aquello que aporte la cuota resguardo emocional que sólo las familias podemos aportar a la sociedad.

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